A punto de concluir el primer trimestre del año en el Ayuntamiento encaramos  dos de los asuntos más determinantes de todo el mandato 2023-27 si tenemos en cuenta que pueden marcar y van a marcar, esperemos que para mejor, nuestras vidas en Irún.

Estamos hablando del Pacto por la Seguridad y de la puesta en marcha del Plan de Movilidad Urbana Sostenible, también conocido por su acrónimo PMUS.

Hablamos de seguridad y hablamos de movilidad, aspectos los cuales no dejan indiferente absolutamente a nadie y que, en general, son objeto de duros reproches por parte de la ciudadanía que los padece en primerísima persona. Porque de esto, dicho sea de paso, sabemos todos y todas.

Son finales de noviembre y toda la actividad política en el Ayuntamiento gira en torno al Proyecto de Presupuesto que hace unos pocos días nos ha presentado el Delegado de Hacienda para el próximo año 2024.

Es lo normal por estas fechas: debates, propuestas y negociaciones contra el reloj para que los proyectos que cada cual considera inaplazables tengan su reflejo en las nuevas cuentas municipales y así tener motivos para no dar, como corresponde de oficio a la oposición, un sonoro portazo a las mismas.

En nuestro caso mantenemos el espíritu y la filosofía de años anteriores, centrados en ayudar y en favorecer a quienes se empeñan día tras día en hacer de Irún una ciudad próspera, emprendedora y con oportunidades para todos.

Nos preocupa la seguridad en las calles, poder transitar por las aceras sin ir pendiente de patinetes o bicicletas, compatibilizar la Zona de Bajas Emisiones con el acceso a nuestros hogares, al comercio y a la hostelería, con nuevos aparcamientos, con más transporte público.

‘Estaba muerta de miedo y también me lo he pasado genial. He escalado, he hecho trekking, me he tirado en tirolina, en parapente…

He pateado la calle, he  escuchado a la gente y he aprendido muchísimo.

El ejercicio de la política conlleva un nivel de exposición al que no es fácil acostumbrarse pero que se compensa enormemente con el cariño y el ánimo que la gente nos ha dado a lo largo de estos días haciéndonos sentir la importancia del cambio’

En los años 80 del siglo XX se hizo muy popular un anuncio de la televisión en el que un mayordomo pasaba un algodón blanco por toda la casa para probar la eficacia limpiadora de su producto.

A los representantes públicos nos pasa un poco lo mismo, también sentimos esa necesidad de probar todo lo bueno y beneficioso -lo malo ya lo diran otros- que ha resultado nuestro trabajo durante los últimos 4 años para la ciudad, con una pandemia mundial de por medio que nos obligó a cambiar muchas cosas en nuestras vidas.

Creo honestamente que en el Ayuntamiento hemos estado a la altura en general de lo que las circunstancias exigían, o por lo menos esa ha sido siempre nuestra actitud conscientes de la gravedad de la situación.

El lema del Olimpismo fue una frase pronunciada en latín por el restaurador de los juegos, el francés Pierre de Coubertin, en la primera edición de la era moderna -Atenas 1896- que significa ‘más rápido, más alto, más fuerte’. 

El actual presidente del COI, Thomas Bach, ha propuesto añadir un guión con la palabra ‘simul’ (Juntos),en alusión a la unidad necesaria entre todas las familias del olimpismo para superar las dificultades planteadas por la pandemia.

Siempre he pensado que los valores del deporte son un ejemplo a seguir por cualquier persona, durante cualquier etapa de su vida, fuere cual fuere su situación u ocupación, y también por los políticos.

Si preguntamos en la calle por la opinión que la gente tiene de éstos, la respuesta no es buena: todos iguales, falsos, orgullosos, prepotentes, solo van a lo suyo... vamos, lo peor de lo peor.

Hay dos tipos de colas: Las que se hacen con gusto y se llevan bien , v. gr. comprar el pan, ir al cine o dar el último adiós a la Reina de Inglaterra, y las que fastidian y no se llevan bien.

Las primeras me preocupan cero, cada uno es muy libre, faltaría más.

Sobre las otras, las que no llevamos bien, en Irun podemos hablar largo y tendido porque cada vez son más los colapsos circulatorios que sufrimos. Lo de este pasado mes de agosto ha sido la gota que ha colmado el vaso, puede ser que acrecentado por una serie de circunstancias ajenas pero también, todo hay que decirlo, por nuestra propia inoperancia. 

Son muchas las personas que nos han hecho llegar su cabreo por esa actitud de 'pasarse la pelota’  de unas administraciones a otras, y si bien es cierto que el Ayuntamiento no tiene atribuciones en materia de tráfico o carreteras, ello no nos impide admitir que podíamos haber hecho más. A cada uno lo suyo.

Estamos acostumbrados a ser noticia por las broncas, a recrearnos en los fracasos y a no valorar los éxitos cuando el protagonista es otro.

Lo ‘nuestro’ es bueno y lo de ‘los otros' es malo, así de sencillo, porque sí, porque siempre ha sido así o porque nadie se ha parado o no ha querido pararse a pensar otra cosa.

Esta teoría general que habitualmente se aplica a rajatabla tiene sus excepciones, pocas, pero las tiene.

Estos días no han sido ni una ni dos, sino bastantes más, las personas que se me han acercado en la calle para mostrar su satisfacción por el acuerdo alcanzado entre todos los grupos políticos del Ayuntamiento acerca de la importante modificación de créditos -14M€- a propuesta, en un principio, por el Gobierno municipal y a la que todos pudimos hacer nuestras  aportaciones.

La cosa tiene más mérito si tenemos en cuenta que estamos en el último año de mandato y que a estas alturas nadie regala nada, al contrario, con todos los partidos engrasando sus maquinarias electorales cualquier atisbo de acuerdo es mirado con lupa no, ¡al microscopio!.

Conscientes de que lo que había en juego era importante para Irun, todos hemos dejado cosas en el camino durante la negociación para alcanzar un consenso lo más amplio posible.

Poco a poco vamos recuperando el pulso de la normalidad. Si bien en determinados aspectos ya lo habíamos conseguido, no ha sido hasta poder compartir la calle cuando hemos sido plenamente conscientes.

Los pasados Carnavales han sido el primer escalón de esta “reconquista” de la normalidad que, a nadie se le escapa, esperamos rematar el próximo mes de junio.

El tiempo ha acompañado y hemos podido disfrutar tanto de las coreografías como del sentido del humor que, pese a todo y, visto lo visto, no hemos perdido.

Y precisamente ahora que empezamos a ver la luz al final del túnel, -ahora que vamos recuperando la actividad económica, ahora que estamos centrados en cómo captar esos fondos europeos que necesitamos para una nueva movilidad, para hacer posible la transición energética,  para el medio ambiente, para desarrollar una mejor calidad de vida en definitiva-, ahora nos estalla una guerra, que aunque pueda parecer lejana -3161 km de Irún a Kiev- nos va a afectar de lleno.

Conocí a Gregorio Ordóñez en 1991, en una fiesta, casi por casualidad. Un amigo tenía unas invitaciones y me pidió que le acompañase, que solo un par de copas y a casa…  lo típico.

Igual viene Gregorio a saludar

Ya en la fiesta, empezó a comentarse que igual Gregorio se pasaba a saludar.

-¿Qué Gregorio? pregunté.

- Ordóñez, el político.

Yo había oído hablar de Gregorio Ordóñez, sí, pero tampoco mucho más.

De repente para la música y suenan aplausos y vítores de alcalde, alcalde… era él.

Simpático, intenso, directo, no dejaba a nadie indiferente.

2021 tampoco ha sido un año fácil.

La pandemia, 'suavizada' gracias a las vacunas, se resiste a desaparecer y sigue cambiando nuestra forma de vivir, afectando a nuestras relaciones, minándonos la moral poco a poco…

Pero no vamos a dejar que la mascarilla nos quite la ilusión con la que nos levantamos cada mañana, al contrario, vamos a trabajar con más empeño si cabe, centrados en el servicio a los demás y en lo mejor para nuestra ciudad.

Porque Irún no puede parar, Irún tiene avanzar. Porque ahora es el momento de pensar en el modelo de ciudad en la que queremos vivir pero, sobre todo, también es el momento de pensar en la ciudad que queremos dejar a quienes vienen después.

Tenemos grandes oportunidades perfiladas en el horizonte como el Proyecto Vía Irún, al que habrá que ir concretando contenidos que vayan más allá de la construcción de viviendas.

Ese entorno de la antigua Aduana es ideal para acoger un Campus Universitario, atractivo también para las empresas, con el que relanzar y atraer actividad a nuestra ciudad. Su ubicación a escasos metros de la nueva Estación Intermodal Internacional lo hace doblemente interesante para estudiantes de todo el corredor Donostia - Bayona, que verían facilitados así posibles problemas de desplazamiento.

Hablar de seguridad siempre es un tema delicado. No se trata de asustar, ni de crear una alarma innecesaria pero la realidad es que estamos padeciendo una escalada notable de delitos en la ciudad a tenor del número de denuncias realizadas y de las llamadas que a diario se reciben en las centralitas telefónicas de la policía.

No podemos seguir de brazos cruzados o echando balones fuera, quitando importancia o minimizando los problemas de seguridad que tenemos en nuestras calles y plazas.

Desde la Policía Municipal ya nos ha llegado el aviso alto y claro: urge una ampliación de plantilla y más medios para poder cumplir con la competencia plena que, en materia de Seguridad Ciudadana otorga la Ley Vasca de Policía a todas las Policías Locales Vascas.

Faltan agentes y medios en la Policía Municipal de Irún para llevar a cabo con garantías las labores de seguridad y protección que tienen encomendadas”.

Si los y las agentes se jubilan pero no se les sustituye, el resultado es una plantilla insuficiente y envejecida.

Entendemos que la policía de cercanía que vemos por las calles de nuestra ciudad -laguntzailes-, no pueden considerarse como aumento de plantilla porque no tienen autoridad para realizar las labores de un agente y su contrato finaliza en enero de 2022.

Solo escuchar su nombre nos evoca un sinfín de emociones. Desde admiración y respeto, hasta rabia e indignación, valentía, libertad, asco y desprecio por sus asesinos, repulsa, condena… seguro que a cada cual nos despierta un sentimiento particular y especial el nombre de Miguel Ángel Blanco. 

Tenía 29 años y toda una vida por delante, con sus planes, sus ilusiones y preocupaciones, como cualquiera a su edad. Le encantaba la política y aportaba su granito de arena siendo concejal en su pueblo, en Ermua. 

En la fotografía, tomada en 1996, nadie podía imaginar la tragedia que se nos venía encima. Nadie excepto las mentes criminales de quienes planearon y llevaron a la práctica su secuestro y asesinato en aquellos terribles días de julio de 1997.

Tampoco podían imaginar sus asesinos la reacción de la sociedad ante tamaña salvajada, consecuencia de su macabra táctica de 'socializar el sufrimiento' y que iba a marcar el principio de su final.

Buen rollo y pulgares hacia arriba. Todo el mundo ve con buenos ojos un Campus Universitario en Irún. Despierta interés y adhesiones inmediatas allá donde se plantea. Ya sea a la salida del colegio, en la oficina, pasando por un bar y hasta en el despacho del Consejero de Educación del Gobierno Vasco.

Es un tema al que difícilmente se le pueden poner pegas.

Un Campus centrado en la empresa y en la formación dual, en sintonía con la FP que ya tenemos y con amplios espacios verdes. Es un proyecto ambicioso, distinto, que abre un abanico de nuevas oportunidades a personas de dentro y de fuera de la ciudad. 

Así las cosas decidimos avanzar buscando apoyos. Había que implicar al Ayuntamiento.

Admitiendo que hay tantos modelos de ciudad como personas, a través de estas líneas quiero plantear y exponer a la crítica si estamos de acuerdo en que un modelo de ciudad ideal es aquél capaz de ofrecer una calidad de vida óptima en el presente sin estropear el futuro.

Sobre el papel todos somos muy sostenibles, muy partidarios de las ciudades amigables, muy verdes y escrupulosamente respetuosos con el medio ambiente; pero cuando de construir se trata, seguimos construyendo como si no hubiera un mañana. Para definir esta situación en inglés utilizan el término "greenwashing", en la lengua de Cervantes lo llamamos "postureo", en este caso "ecopostureo".

Sobre el papel todos somos firmes defensores de la biodiversidad y por eso creamos zonas de especial conservación o de protección de aves, para preservar estos espacios de alto valor ecológico de actuaciones que los puedan hacer vulnerables; pero cuando de construir se trata, cualquier resquicio legal sirve para constreñir estas zonas hasta ahogarlas entre casas con tal de ganar unos cuantos m2, siempre y cuando los patos no pongan pegas que, dicho sea de paso, no las suelen poner.

La recuperación para la ciudad de 65.000 m2 tras la desafección de terrenos ferroviarios, la construcción de una nueva Estación Intermodal y la integración del “Topo” en la plataforma de Adif nos permiten hablar de una revolución en el paisaje urbano de Irun tal y como hoy lo conocemos.

Es momento de pensar, de planificar un nuevo modelo de ciudad, con oportunidades, sostenible, capaz de dar respuesta a la nueva movilidad que va a suponer la aplicación de la Ley 4/19 de Sostenibilidad Energética y el Decreto de Emergencia Climática, que obligan a partir de 2023, a las ciudades de más de 50.000 habitantes, a tener en sus centros urbanos una Zona de Emisiones Cero, impidiendo el acceso al centro a todos aquellos vehículos que no tengan el distintivo ECO de la DGT, la inmensa mayoría.

Irun es una ciudad que no deja pasar las oportunidades que se le presentan. Desde la Oiasso romana hasta nuestros días, el enclave en el que vivimos es un ejemplo de adaptación y supervivencia, capaz de ofrecer nuevas oportunidades a sus moradores cuando todo parece agotado.

La privilegiada situación geográfica que tradicionalmente ha jugado a nuestro favor sigue siendo, hoy en día también, una de nuestras principales bazas.

Esta vez es la recuperación  para el uso de 65.000 m2 en pleno centro, como consecuencia de la desafección de terrenos ferroviarios y la construcción de una nueva Estación Intermodal, lo que abre un nuevo horizonte para la ciudad, un nuevo folio en blanco por escribir.

Si al escuchar la palabra 'papaya' piensas en una fruta tropical, estás demostrando que tienes un conocimiento razonable de la pomología. Pero si lo primero que te viene a la cabeza al escuchar 'papaya' es el coche de Fernando Alonso, una explicación razonable puede ser que eres muy fan del automovilismo en general y del piloto asturiano en particular.

Cualquier empresa trata de optimizar sus procesos productivos para sacar a su inversión el máximo rendimiento económico posible. En esa búsqueda infinita de la excelencia no se escatiman recursos a la I+D+i porque, como todo el mundo sabe, éste es el camino para ser competitivo.

Todo lo que ocurre en un rectángulo de hierba de 100x70 metros entre veintitantos jugadores de dos equipos, durante al menos 90 minutos, es imposible de explicar con la lógica en la mano. En un partido de fútbol, en el templo de la renuncia a la objetividad, las cosas tienen que ser como soñamos.

El fútbol ofrece a cada uno el espejo en el que se quiere mirar.

Muchas veces la línea que separa la genialidad de lo esperpéntico o irrisorio depende de pequeños detalles y es demasiado delgada a simple vista, pero si observamos con detenimiento, puede no serlo tanto.

La idea de trasplantar a Fernando Alonso de la Fórmula 1 a la Fórmula Indy y hacernos creer que podía ganar en el templo de la velocidad estadounidense con apenas dos semanas de preparación, es sencillamente brillante.